Desarrollo durante el siglo XVII y principios del XVIII
No todos los estancieros antes mencionados ocuparon inmediatamente sus dominios, de hecho, muchos de ellos tenían intereses en otras estancias o mercedes. Además, se produjo una dinámica de intercambio y compra venta de estas mercedes con alta frecuencia. En general, también hubo una escasez de mano de obra para trabajarlas, lo que dificultó el surgimiento económico durante buena parte de esta centuria.
Prácticamente todos los agraciados mencionados anteriormente provenían del mundo militar. El capitán Tomás Durán, por ejemplo, tuvo una trayectoria importante que lo llevó a ser corregidor en Angol para el alzamiento indígena y encomendero también. Se estableció en Santiago por 1598 y provenía de la familia fundada por Marcos Veas Durán, un conquistador venido con Pedro de Valdivia que fue alguacil mayor y alcalde en la ciudad de Santiago. No hay testimonio sobre su ocupación de la zona, porque lo más probable es que no lo hiciera. Sin embargo, su nieto reivindicó en 1639 el derecho por el lugar, lo que trajo problemas con sus vecinos ya asentados.
La segunda beneficiaria fue doña Leonor de la Corte, quien había nacido en Concepción, donde vivieron sus padres, un castellano nuevo y una andaluza, quienes llegaron a Chile por 1557. Doña Leonor contrajo matrimonio con el capitán Rodrigo de Verdugo, quien llegó a Chile en 1576 en una expedición repleta de complicaciones. Hizo una carrera militar que lo encumbró hasta ser nombrado sargento mayor. Probablemente este distinguido soldado no alcanzó a ver el siglo XVII. Verdugo, luego de casarse pasó a vivir a Chillán con su esposa e hijos, pero en 1599 la incipiente ciudad fue devastada por un ataque de más de 2.000 indígenas que la incendiaron completamente. En aquella oportunidad doña Leonor fue capturada y llevada a territorio enemigo. Un cronista de entonces relata cómo ella fue tratada en el cautiverio, dado su comportamiento previo:
“Dígase en honor del hacer bien que, entre algunas personas que en esta ocasión cautivaron, fue una señora principal, llamada doña Leonor de la Corte, que por salvar sus hijos quedó ella en poder de los enemigos; que, con hacer a los demás mal tratamiento, al fin como bárbaros, conociendo a esta señora y que en el tiempo de la paz los agasajaba y acariciaba, tuvieron este reconocimiento: que en los días que estuvo cautiva no sólo no la maltrataron, pero le regalaron y sirvieron y le dejaron todas las criadas que le servían en su casa. Y cuando se rescató la acompañaron todos los caciques hasta el lugar del contrato: ¡Tanto puede el hacer el bien, aunque sea a bárbaros!”
Tras ser recuperada, junto a sus hijos tomó rumbo hacia Santiago y fue agraciada en 1608 con 500 cuadras de tierras en Nilahue. Como se puede ver en el mapa, el estero Nilahue desemboca en la laguna de Cáhuil en el sur oriente. Posteriormente sus hijos y yernos también adquirieron fincas cercanas y recibieron más mercedes. Felipe de Arce Cabeza de Vaca, uno de los yernos, recibió 2.000 cuadras en Nilahue. Los Verdugo de la Corte dejaron abundante prole que vivió en el Maule y centro de Colchagua, siendo uno de sus famosos descendientes José Miguel Carrera Verdugo.
El primer personaje culturalmente español, aunque muy probablemente mestizo y que vivió a orillas de la laguna de Cáhuil fue Sebastián Verdugo, él era hijo natural del esposo de doña Leonor y comenzó a residir en 1609, cuando tenía 20 años. Ambos, madrastra y entenado, se llevaron muy bien, ella relató que lo había tratado como si fuera su hijo y que éste le había correspondido de igual forma. Así que, pese a que había dotado a su hija Margarita para casarse con el que sería maestre de campo Felipe Arce Cabeza de Vaca, con las 500 cuadras del título dicho, le donó 10 a Sebastián, justamente las que estaban a la orilla de la laguna.
Verdugo se dedicó a la pesca, oficio muy importante porque abastecía de este alimento fresco a las estancias vecinas. De hecho, las primeras escrituras de Cáhuil conservadas en el archivo notarial son del 14 de enero de 1638 y en ellas Sebastián Verdugo “asienta” (lo más parecido a un contrato de trabajo actual) a dos indígenas, Diego Cheuque, nacido en Vichuquén y otro Diego que había nacido en Lora. Las otras tres escrituras de aquel día las realizó el capitán Luis Verdugo de Sarría (medio hermano), soldado como su padre de las guerras de Arauco, que hacia esa fecha ya estaba ciego.
Hacia 1645, el incansable Sebastián Verdugo seguía asentando más indios, prueba del buen pasar de la pesca, que continuó al menos hasta 1654.
Hasta aquí se ha llamado Cáhuil a dicho lugar, aunque en realidad los españoles ya en 1610 lo señalaban como “las lagunas de Los Choros”. En efecto, cuando el tercer agraciado Juan Francisco de Acevedo fue a tomar posesión de su segunda merced, el entonces corregidor Lorenzo Núñez de Silva le asignó sus tierras de una forma muy sui generis, puesto que las repartió en diferentes lugares:
“Estando junto a las lagunas de Los Choros que son las contenidas en el título y merced de atrás; en diez y seis de marzo de mil seiscientos diez, Juan Francisco Acevedo ante el capitán Lorenzo Núñez de Silva…” le señaló “cincuenta cuadras de tierras en una laguna que está más cercana a la dicha laguna de Los Choros, que es de agua dulce, las cuales dichas cuadras eligió el dicho Juan Francisco y tomó en lo mejor de la dicha laguna de una banda y otra y luego incontinenti pasé adelante y di posesión al susodicho de otras treinta cuadras de tierras en otra laguna que está dos cuadras poco más o menos más delante de la primera, las cuales tomó en lo mejor de ella, de una parte y otra; de allí pasé a otra laguna grande que está delante de la segunda y le di posesión de cincuenta cuadras de tierras en lo mejor de ella de una parte y otra, y de allí en el mismo día le di posesión de veinte cuadras de tierras en otra laguna que está al remate de las dichas tres lagunas, la cual está más sobre la mar que las primeras, y de allí pasé a una bahía grande que hace la mar arriba en el puerto que llaman de doña Esperanza y le di posesión en todas las aguadas y manantiales que hay en la dicha bahía junto a un cerro grande que hace sobre la mar, dijo que no quería más de ciento y cincuenta cuadras de tierras en la dichas aguadas en lo mejor de ellas y de allí le pasé por los linderos especificados en la dicha merced y al cumplimiento de las cuatrocientas cuadras que se le hace merced”… “interpoladas según lo especifica la dicha merced en unos a cuatro cuadras de tierras y en otras a seis hasta ser enterado en las dichas cuatrocientas cuadras”.
Dos cosas importantes llaman la atención de la toma de posesión de la merced antedicha; la primera es que no hay una sola laguna, sino al menos 5 (una de las cuales era la laguna de los choros, la grande); de ellas había una dulce, por lo tanto necesariamente otras debieron ser saladas, incluida la boca que llegaba al mar. Esto es bastante distinto de la geografía actual, puesto que hoy solo existe una laguna. Lo segundo, es que se habla de una bahía grande en el puerto que llaman de doña Esperanza, junto a un cerro grande que hace sobre (cae a) el mar; lo que concuerda completamente con “Punta de Lobos”, sitio mundialmente conocido por la práctica del surf.
En adelante, las lagunas de Los Choros fueron llamadas también lagunas de Cáhuil, hasta que desde mediados del siglo XVII perseveró este último nombre hasta la actualidad. En los documentos aparece como Caule, Cagüell o Cagüel en aquellos años.
Es muy probable que Juan Francisco de Acevedo tampoco viviera allí. Nació en Portugal (cuando era parte de la corona castellana), llegó a Chile por 1597, recibió encomienda y varias dádivas en Puangue, Pumanque y otros lugares de Colchagua. Una de las mercedes aquí señaladas fue otorgada por los méritos de su esposa, al ser hija y nieta de conquistadores. Ella fue Beatriz González, hija de Alonso Pérez, mestizo nacido en centroamérica, y Elvira Rodríguez Camacho, nacida en Villarrica; nieta paterna de Alonso Pérez de Nájera y una india maya de la encomienda de Ataco en Guatemala y nieta materna del capitán Pedro Camacho. En cuanto a las dos mercedes señaladas, que sumaban 1.000 cuadras, Acevedo las vendió el 12 de marzo de 1616 al capitán Lorenzo Núñez de Silva en 300 vacas “de dar y recibir”. En la escritura se indica que la posesión estaba “en el valle de Guellinhue y pluhue en las lagunas de Lihueimo”.
Núñez de Silva luego de adquirir aquellas tierras, compró el 5-VII-1623 a otro de los agraciados, Andrés López de Gamboa, las 400 cuadras que este había adquirido en la costa. En esta oportunidad, el comprador pagó con 250 carneros. López de Gamboa fue capitán y vecino de Santiago, aunque nació en Castro. La merced fue dada por los servicios de su padre Íñigo López de Basurto. Al igual que Acevedo o Durán, lo más probable es que nunca haya residido en Cáhuil.
En 1627, como quedó dicho, el capitán Lorenzo Núñez de Silva fue beneficiado con una merced de las demasías de las tierras que tenía en la costa de la mar. Esa estancia que formó iba desde la laguna de Petel (por Petrel, cuyo nombre aún subsiste y está ubicada al norte de Pichilemu) hasta la laguna de Cáhuil. Las demasías correspondían a todo el territorio que completara un determinado valle o espacio geográfico definido, siempre y cuando no hubiera otros dueños, obviamente.
El nombre “Petrel” que originalmente incluía a todo el sector entre Rapel y Cáhuil, incluido el borde costero, quedó confinado a la estancia que comenzaba en la laguna de Petrel e iba hacia el norte, hasta la quebrada de Los Robles; rodeaba a la estancia de la Costa de la Mar -que es justamente la del borde costero que iba hacia el sur de la laguna de Petrel y que aquí se estudia- terminando al este de Cáhuil, por Rodeillo. Esa estancia intitulada San Antonio de Petrel fue formada por el militar Bartolomé de Rojas y Puebla al juntar varios títulos en la primera mitad del siglo XVII.
El capitán Lorenzo Núñez de Silva reunió 4 mercedes de las 6 mencionadas, quedaban fuera la de doña Leonor de la Corte que estaba hacia el sur de la laguna de Cáhuil y la de Tomás Durán, del cual no había noticias en 1627. Se referían como “Isla” al lugar entre ambas lagunas de Petrel y la de los choros, por ser la tierra que estaba entre dos lagunas y el mar. Núñez de Silva participó en la guerra de Arauco, fue encomendero, capitán y recibió varias mercedes de tierras con las que formó la estancia de Pucalán en Rapel. Fue uno de los personajes relevantes en Colchagua, tanto por sus relaciones con otras familias fundadoras del lugar, como por su preocupación por el desarrollo económico e industrial, cuestión que se ejemplifica al haber sido dueño de una nao que transportaba mercaderías entre Chile y Perú. Su primer matrimonio lo celebró con doña Catalina Verdugo por 1608, hija de doña Leonor de la Corte, con quien tuvo hijos que continuaron viviendo en Pucalán. Sus nietos de apellidos Núñez, Ruiz de Gamboa, Moraga, Sánchez de Amaya y Pérez Carrasco llevaron su sangre a muchos rincones del país.
Si quieres descargar el artículo completo en formato PDF, haz click AQUÍ.
Comments