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¿Quiénes somos los chilenos? (III) - Parte africana y asiática

Actualizado: 13 feb 2021

En los posts anteriores vimos un poco de historia de nuestros orígenes poblacionales, primeramente vimos a los nativos americanos, luego a las de origen europeo y en esta oportunidad desarrollaré la población africana principalmente (desde el siglo XVI) y lo asiático del siglo XIX y XX.


Parte Africana


Según el libro “El ADN de los chilenos y sus orígenes genéticos” mencionado en el primer post, los chilenos tendríamos en promedio entre 2% y 3% de ancestría africana, y vendría a ser la tercera fuerza de procedencia que llevamos la mayoría en el país.

Porcentaje de ancestría africana por lugares de Chile, 2016

Como se puede observar rápidamente, el porcentaje en general es muy bajo, comparado con el 54% europeo o el 44% nativo; lo segundo es que es decreciente hacia el sur de Chile. Su aporte en nuestro ADN es bajo, pero no inexistente.


Cristián Mujica, quien ha investigado desde hace años familias de origen africano en Chile [1], da cuenta de lo invisible que ha sido este aporte fundamentalmente avalado por la historiografía. Diego Barros Arana y Francisco Encina decían que hubo pocos esclavos africanos en Chile por su alto valor o porque no se aclimataron a un lugar más templado, negando su aporte social. Por otro lado, al no haber sido un grupo tan numeroso, su visibilidad fue escasa y para la época de la abolición de la esclavitud (1823) ni siquiera hubo un atisbo de controversia por parte de sus propietarios, quienes eran los principales afectados.

Cristián refiere cómo durante el siglo XX surgieron nuevos estudios que terminaron refutando varios supuestos anteriores, principalmente en cuanto a las rutas del comercio negrero, la participación en cofradías, actividades laborales, la vida privada, orígenes en África, etc. Y a comienzos del presente siglo, se produjo una verdadera explosión de investigaciones relacionadas que han contribuido a dar una mirada más equilibrada a su rol en la sociedad.


Desde la conquista llegaron esclavos. Si te fijaste en el post sobre la inmigración europea, señalo que en la expedición de Pedro de Valdivia venía un negro *ocuparé la terminología de la época*, como conquistador, a la par de los otros y libre. Se trata de Juan Valiente, cuya historia es digna de ser contada; resulta que había cruzado el Atlántico desde España como esclavo de Alonso Valiente, quien obtuvo una encomienda en la puebla de los Ángeles, en Nueva España (actual México). Un día amo y esclavo pelearon, y el último temeroso de lo que podía ocurrirle huyó y se mezcló con los aventureros que viajaban a Perú. Pasó por libre enrolándose en el ejército de Diego de Almagro, viniendo a Chile con él; posteriormente vuelve a esta tierra con Valdivia en un “buen caballo rucio”. En Chile se salvó de morir en Concón en 1541 y en marzo de 1546 el cabildo santiaguino le dio una chacra a las afueras de la ciudad, en 1550 ya estaba casado y con hijos y el gobernador le encomendó algunos indios entre el Maule y el Ñuble. Hacia 1553 había fijado su residencia en Concepción. En los años transcurridos luego de su fuga, pasó de esclavo a amo de indios tributarios y con estatus de vecino feudatario; todo un logro. Dada su nueva condición, quiso obtener legalmente su libertad y aprovechando el viaje a España de un contador, quiso pagar el dinero necesario para emanciparse; sin embargo, su antiguo amo se enteró y pidió el “secuestro de sus bienes”, ya que bajo las leyes de entonces, pertenecían a los amos. Sin embargo, nada de lo anterior prosperó porque Juan Valiente murió haciendo alarde de su apellido en la batalla de Tucapel (1553), la misma dirigida por Lautaro y en la que fue capturado Valdivia. Algún genealogista confundió a este personaje con el fundador de una familia conocida como Valiente de la Barra, cuestión que ya se resolvió.


Africanos llegaron continuamente desde entonces, pero no todos eran esclavos. Curiosamente encontré un africano “blanco”. Se trata del capitán Gaspar Nieto, venido a Chile en 1597. Él nació en “las fronteras de Mazagán”, lugar ubicado en Marruecos, que actualmente recibe el nombre de El-Yadida y que España tuvo bajo su dominio en el siglo XVI. Era una zona eminentemente militar y sin duda su padre debió seguir la carrera de las armas, dando la casualidad de que su hijo naciera en aquel lugar. Sus descendientes tuvieron amplia sucesión en Colchagua.


Entre 1580 y 1640 se produjo, según Rolando Mellafe, el mayor ingreso de esclavos africanos. Lo que se explica porque ese fue el período en que España anexó Portugal y ambos reinos estaban bajo el mismo cetro. Los portugueses fueron los principales proveedores de esclavos y tras la guerra de independencia lusitana (1640 – 1668) el tráfico se resintió. Hacia 1644 un tercio de la población de Santiago era mulata o negra, cifra bastante alta. A comienzos del siglo XVIII, los franceses e ingleses tuvieron el monopolio para ingresar esclavos a América y se consolidaron algunas rutas donde Chile era un mero lugar de paso. Por ejemplo, desde Buenos Aires se llevaban esclavos hacia el Perú y muy pocos quedaban en Chile. Hacia 1777 – 1778 en el Obispado de Santiago un 18,8% fue considerado mulato o negro, llamando la atención el corregimiento de Coquimbo, donde alcanzaban un 22% (coincidente con la mayor presencia de ADN actualmente), mientras en Quillota apenas llegaban al 7%. Su tráfico terminó a comienzos del siglo XIX con la promulgación de la libertad de vientres (1811) y la abolición de la esclavitud (1823).


África occidental, en torno al Golfo de Guinea.

Los esclavos procedían del Congo, Angola y Guinea; en la costa occidental de África, específicamente en torno al Golfo de Guinea. Eran capturados y transportados en barcos como mercancía; algunos morían en el camino y los que sobrevivían llegaban a puertos americanos donde se iniciaba el comercio esclavista. A Chile, comparándonos con los vecinos, llegaron pocos; ya que no teníamos industrias tan desarrolladas para ocupar tanta mano de obra, como eran las plantaciones de azúcar o la minería de Plata en Potosí.


Eran normalmente vendidos al menudeo, ya que eran considerados bienes, tal como una cama o cucharas, platos, etc. Debían trabajar en lo que se les solicitase, siempre y cuando no contravinieran normas sociales, a cambio recibían de sus amos techo, ropa y comida. Había leyes que regulaban la esclavitud y que cada cierto tiempo saltaban a la palestra. Más de algún amo fue acusado de maltrato y más de algún esclavo huyó. Mientras a los españoles se les multaba por sus delitos, a los esclavos se les azotaba. Mientras los españoles disponían de todos los festivos del calendario para celebrar o descansar, los esclavos sólo de algunos. Eran considerados lo más bajo en la escala social, “gente vil”, sin honor, ni tampoco personas de confianza.


Los recién llegados eran “negros ladinos” si hablaban castellano o “bozales” si no. Cuando se mestizaron se les llamó mulatos o pardos y aunque dependiendo del grado de ancestría negra también le podían llamar cuarterón (que tenía un cuarto de negro) o quinterón; regularmente y hacia fines de la colonia, se les conocía como pardos o mulatos simplemente, independiente de la cantidad de sangre africana.


Rápidamente intentaron asimilarse a la población mestiza, estableciendo vínculos sociales; lo que les permitió ir blanqueándose y de esa forma aspirar también a un mejor pasar. Se desenvolvieron mayoritariamente en centros urbanos más que en entornos rurales, lo que induce a creer que su trabajo estaba confinado al servicio doméstico más que a las labores del campo. La segunda generación ya era mulata, signo inequívoco de la mezcla con español o indio o mestizo. Las siguientes generaciones continuaron mezclándose y desapareciendo como un grupo propio; de tal forma que actualmente casi no estén representados; salvo alguna comunidad iquiqueña que aún preserva su identidad.


Un tema importante es que la esclavitud solo se traspasaba de la madre a los hijos. Vale decir, si una esclava tenía hijos ya fuera con un hombre libre o esclavo, esos hijos eran también esclavos de su amo; mientras que si un varón esclavo tenía hijos con una mujer libre, sus hijos eran libres. Desde el punto de vista económico, por tanto, las esclavas eran más valiosas. Los precios alcanzaban su peak entre los 15 y 25 años, decreciendo lentamente hasta los 40, para luego alcanzar los mismos precios bajos que antes de las impúberes.


La sociedad de entonces tenía prácticas que hoy nos resultarían horrorosas, como cuando los hijos legítimos de un español difunto vendían a los hijos que su padre tuvo en una esclava, que por ser hijos de una esclava, también eran esclavos y pertenecían a los herederos legítimos de su padre, sus propios medio hermanos. Muy frecuente era la separación familiar de los esclavos. Como eran bienes, un amo podía vender a los hermanos, hijos de una misma esclava, a diferentes personas. Entonces eran separados de su familia completamente y a tempranas edades. Pero los esclavos podían alcanzar su libertad, ya sea pagando el valor que su amo pedía por él, a través de su propio trabajo como artesanos, por ejemplo, o también podían alcanzar la libertad si es que el amo lo determinase. Personalmente he encontrado varios testamentos en el que se manda dar libertad a algunas esclavas o esclavos, porque los habían criado (a los testadores) o habían servido bien; pero qué significaba la libertad para una mujer de 50 o 60 años que había hecho su vida en el servicio doméstico, seguramente no se producía un cambio real.


Los mulatos libres podían seguir ocupaciones de artesanos y aunque no tan conocidas, también como milicianos; de hecho ya en el siglo XVII participaron en la de Santiago mulatos y negros; hacia 1760 se generaron tres secciones de milicianos que incluso podían ser comandadas por mulatos. Más conocida es la compañía de pardos que participaron en el ejército de Los Andes y por lo tanto, en el proceso de independencia chilena.


Aunque la Iglesia católica siempre intentó adoctrinarlos en su fe y que llevaran una vida cristiana, ya sea por abuso o por propia decisión, en este mundo afrodescendiente abundan los hijos fuera de matrimonio y la investigación genealógica resulta mucho más dificultosa porque los descendientes de esclavos ocupaban más de un apellido (cuando lo hacían), normalmente el mismo de su amo, pero como podían cambiar de amo varias veces en el transcurso de su vida, también podían cambiar de apellido y como además podían ser separados de sus hermanos, se puede encontrar una familia con muy diversos apellidos en diversos tiempos.


Presidente Juan Luis Sanfuentes.

José Urzúa y Cristián Mujica han publicado la genealogía e historia familiar de 4 afrodescendientes; familias Barros, Vicuña, Hurtado y Calderón; que podrían considerarse -si se usara el concepto- como parte de una élite afromestiza. Ya que en apenas 2 o 3 generaciones después de dejar la esclavitud pudieron alcanzar cierto estatus; por ejemplo Pedro Nolasco Barros Ovalle, bisnieto de un esclavo (Mariano Barros), se tituló de médico en 1870 y muchos otros afrodescendientes hoy pertenecen a un estrato socioeconómico alto. Un caso interesante es el del presidente de la república Juan Luis Sanfuentes Andonaegui (1915 – 1920), cuya madre era bisnieta de una mulata y tataranieta de una negra esclava.


Los africanos influyeron en nuestra cultura, incluso nuestro baile nacional, la cueca, sería originaria de danzas que practicaron los descendientes de aquel continente (zamacueca).




Parte asiática


Los asiáticos en Chile aparecen a fines del siglo XIX y durante el siglo XX. Aunque más que una inmigración asiática habría que llamarle inmigración árabe y fundamentalmente Palestina, puesto que desde aquella región emigraron desde el siglo XIX. Se encontraban bajo la soberanía del imperio Otomano, el cual se mostró muy hostil con aquel grupo, así que comenzaron una diáspora que los llevó tan lejos como a nuestro país. Venían con el pasaporte de aquel gobierno, llamado también imperio Turco; de ahí que normalmente se les llamara turcos en Chile, aunque probablemente lo que menos querían era pertenecer a ese Estado. Eran casi en su totalidad católicos, lo que facilitó su asimilación cultural. Se calcula que en Chile está la comunidad palestina más grande del mundo.


Sumados a los anteriores, los sirios y libaneses también del medio oriente, son otras de las comunidades que migraron, aunque en menor cantidad. También judíos que vivían en aquel territorio migraron a Chile, siendo reforzados por los provenientes de Europa a raíz de las guerras del siglo XX.


Los chinos también tuvieron una escasa presencia en Chile, emigrando en el siglo XIX a la zona que en ese entonces pertenecía a Perú. Trabajaban en condiciones de semiesclavitud y luego de la Guerra del Pacífico se quedaron en Iquique y alrededores. Son un grupo poco estudiado.



Conclusiones


Por último, y para concluir con esta serie, los chilenos somos mestizos de tres fuentes principalmente. Todos tenemos sangre de nuestros pueblos originarios (aunque sea un 1%) y es probable que lo mismo ocurra con la sangre europea (en una abrumadora mayoría española); no así la sangre africana, que en la zona austral casi no debió dejar huella, pero sí en el resto del país, con la salvedad de que no fue suficiente como para que todos tengamos alguna ancestría africana.


Las consecuencias de las políticas de los gobiernos han sido las principales impulsoras de las migraciones de grupos humanos; vimos como los franceses aparecen en el siglo XVIII, los ingleses, croatas y otros tantos europeos en el XIX, los palestinos en el siglo XX y así. Todos buscando mejores horizontes. Lo mismo ocurre en el siglo XXI con la inmigración latinoamericana, donde haitianos o venezolanos que están viviendo momentos duros en sus países se ven obligados a migrar hacia otros lugares. En tres generaciones más, su sangre ya se habrá mezclado con la nuestra, tal como ha ocurrido durante siglos. Aunque vamos manteniendo un tronco común heredado de los primeros pobladores americanos, de la conquista y colonia; eso no cambia.


Continuar con "Zoom al ADN chileno"


Notas


[1] Cristián Mujica Escudero y Francisco José Urzúa Prieto, Descendencia de negros, un desafío pendiente. Estudio de casos en Santiago de Chile (siglos XVIII a XXI) en Revista de Estudios Históricos N° 58, pág. 7, ICHIG, 2016.

Cristián Mujica Escudero y Francisco José Urzúa Prieto, Descendencia de negros, un desafío pendiente. Estudio de casos en Santiago de Chile (Segunda parte) en Revista de Estudios Históricos N° 60, pág. 261, ICHIG, 2018.

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