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Cuando cae la tarde (1)

Actualizado: 10 oct 2022

Los antiguos documentos que por buena voluntad y azar dejan leerse hoy, no pasan de ser papeles amarillos, dibujados con tinta seca, trazada con mano firme por algún escribiente, secretario o circunstancial letrado, alguna vez, en algún pasado. Estos dibujantes de miles de palabras nos entregan datos, fechas y muchas circunstancias de las vidas de entonces. Nombres de personajes que existieron (o al menos eso creemos) son parte fundamental de sus registros.


Inevitablemente, siempre me pregunto quiénes habrán leído este papel manchado que tengo frente a mí. El autor, claro está, pero ¿quién más? En algunos casos he llegado a sospechar que yo fui el siguiente y que por esta circunstancia entre el escritor y yo tenemos una suerte de complicidad, que estamos unidos por un pequeño secreto, ajeno a otros ojos durante siglos. Y no, nunca he encontrado el mapa ni las instrucciones para hallar un tesoro, aunque sí he obtenido relucientes historias, oro puro.


“Por el mes de Julio de este presente año (1756) compareció ante mí Pablo Carreño…”. Con esta oración arranca el libro de informaciones matrimoniales de la parroquia de Melipilla en Chile, que extrañamente conserva este documento, poco común por la fecha. El propósito del compareciente es revelado inmediatamente, fue “a haser informaciones para contraher matrimonio con María Gomes”.



Los hermanos Matías y José Carreño se habían instalado en la zona de Cuncumén, en la doctrina de Melipilla, a comienzos del siglo XVIII, después de haberse trasladado desde Malloa (ubicado más al sur). José fue padre de Tomás -quien tuvo un sitio en la villa de Logroño de San José, al sur del convento de La Merced-, y Tomás (erradamente llamado Andrés, en este documento) fue padre de Pablo, aquel novio que pretendía formar familia ante los ojos de Dios. Mientras tanto, Roque Gómez era un foráneo, que se había instalado en aquellos parajes con su esposa e hijos, entre los que estaba María, hacía relativamente poco tiempo.


Como era usual, antes de contraer matrimonio el cura debía verificar que no hubiera impedimentos que lo imposibilitaran, tal como puedes ver ACÁ. En este caso, las informaciones de Pablo y María, hubo complicaciones, ya que se evidenciaron acusaciones bastante serias que podían terminar con este negocio.


Al enterarse que su sobrino Pablo iba a casarse, José Carreño se presentó ante el cura José María Henostrosa -nuestro inocente cómplice del pasado-, y realizó una acusación grave, ya que denunció “haver tenido cópula con la contrahiente”, es decir, relaciones sexuales con la novia. Ante tal declaración, el cura hizo “quantas diligencias fueron practicables para averiguar lo cierto”, pero no encontró nada, así que citó a la novia. Ella negó lo anterior, acusando a José Carreño de hacerlo “solo a fin de estorvarle el matrimonio con Pablo Carreño”.