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Apellidos, familias y linajes

Actualizado: 20 feb 2020

En más de alguna reunión social me han preguntado por el origen de sus apellidos, pero por lo general lo que realmente buscan es saber la historia de su familia, de dónde venían sus antepasados. Así que procedo a explicar -lo más claro que puedo- que no todos los González son parientes, que no tienen todos un origen genealógico común, que en el fondo, familia y apellidos son cosas distintas. Y cuando estoy en esa explicación, no falta el que dice que su familia es judía porque su apellido es Pérez y aparece en una lista de apellidos judíos… Esa famosa lista que reflota una y otra vez; pero que espero que quien lea este post me ayude a terminar con ese mito. Ah, y cuando intento aclarar el último punto, llega el dueño de casa con el escudo de su apellido García… Y hasta ahí llegan mis buenos modales, jejeje (ver Mitos de la Genealogía).


Cuando hablamos de familia, desde la genealogía, nos referimos a un grupo de parientes ligados por consanguinidad, lazos políticos o por adopción, es decir un concepto amplio, que no sólo incluye parientes sanguíneos. Por otro lado, el linaje se refiere a la serie de antepasados o descendientes de una persona, usualmente en investigaciones genealógicas se sigue la línea agnaticia, la de los varones, porque son los que generalmente transmiten su apellido. Y el apellido viene a ser la identificación de una familia o linaje, que puede cambiar e incluso desaparecer. Y fácilmente se confunde familia con linaje y con apellido.


Bajo nuestro paradigma actual, tenemos dos apellidos, el primero del padre y el segundo de la madre (en el mundo hispanoamericano). Pero lo cierto es que esta forma de usar los apellidos se asentó durante el siglo XIX en la mayoría de los países, en Chile hacia finales de aquel siglo, cuando apareció el Registro Civil (1885); antes de eso no había total uniformidad; sí se usaba el primer apellido del padre en prácticamente todos los casos en que éste reconocía al hijo, pero generalmente no había un segundo apellido. Hoy usamos todos nuestros nombres y apellidos en documentos oficiales, pero en buena parte del siglo XIX bastaba con un nombre y sólo un apellido.


El uso de apellidos es una cuestión personal, porque tiene que ver con cómo quiero ser reconocido en la sociedad; tanto así que la legislación recoge este hecho y permite el cambio de apellidos desde el original a uno cualquiera (aunque con algunas condiciones). Y no solo el apellido, también el nombre de pila. Nos debemos sentir cómodos con nuestra identidad.


No abordaré los orígenes de los apellidos (desde que aparecieron y las diferentes clasificaciones), puesto que hay quienes saben perfectamente sobre el tema y lo explican muy bien en Youtube; pero sí me parece importante porque es poco conocido para quienes les interesa este tema, el uso de los apellidos y la evolución de los últimos siglos.


Elección de los apellidos


- Adopción por ancestría


Como plantee hace un rato, los apellidos siempre han sido parte de la identidad y por lo tanto, sometidos a arbitrariedades.


Los españoles del siglo XVI, XVII e incluso en el siglo XVIII, podían usar algún apellido de sus antepasados, a veces solo una parte, a veces uniendo los de los padres, a veces solo el de la madre o de una abuela o de otros ancestros. Es que no había una regla para “apellidarse”. Hice el ejercicio de ver cuán frecuentemente pasaba que no se tomase el apellido del padre y vi los tres tomos de "Familias Fundadoras de Chile", revisé aquellas familias en que el inmigrante llegó hasta 1600 (unas 90) y considerando el universo de los que tenían padre conocido, el 33% de los inmigrantes tomaron un apellido distinto del de su padre. Esta cifra fue decreciendo durante el tiempo y desapareció en el siglo XIX.


A América pasó por 1530 un conquistador llamado Alonso Pérez de Valenzuela, quien nació en Andújar, y era hijo de Alonso Ruiz de Cañete y Leonor Alonso de la Cava; su hijo Francisco Pérez de Valenzuela pasó a Chile y fundó familia, siendo padre de otro Francisco Pérez de Valenzuela que contrajo matrimonio con doña Mencía de Moraga. De los hijos de este matrimonio se bifurcaron dos líneas por varonía (es decir siguiendo los varones de este linaje), una de ellas comenzó a apellidarse simplemente Valenzuela, quitándose el Pérez; mientras que la otra usó Moraga. Ambas líneas tienen descendientes hasta hoy. Un mismo linaje, con al menos dos apellidos en la actualidad. Similar caso que pasó con los descendientes del mercader Juan Antonio Núñez y su esposa doña Juana de Céspedes; una línea usó el Núñez y otra el Céspedes. Por vía femenina se observa el uso de nombres completos de abuelas o madres en nietas e hijas. Por ejemplo, doña Juana Gutiérrez de Quintanilla tuvo en Juan de Porras a doña Ana de Quintanilla, que casó con Sebastián Marchán, cuya hija se llamó doña Juana Gutiérrez de Quintanilla, tal como su abuela materna. Doña Inés Díaz fue madre en el capitán Pedro de Leiva de doña Inés Díaz. Había una idea de identidad social, de recuerdo de antepasados, muy presente. Pero como señalé, terminó imponiéndose el uso de apellidos paternos.


- Adopción sin ancestría


Este caso es probablemente uno de los más frecuentes para los indígenas y esclavos y sus descendientes. La mayoría de ellos terminaron tomando un apellido español; siguiendo con el caso del linaje fundado por Francisco Pérez de Valenzuela, resulta que un descendiente, don Lorenzo de Valenzuela, tenía una encomienda de 10 indios con sus familias (en 1760); y todos usaron el apellido Valenzuela y lo fueron transmitiendo a las futuras generaciones; tal como lo hizo el mulato Fernando de Valenzuela, que era hijo del esclavo Lorenzo.


A diferencia de los españoles, sobre todo los esclavos tomaron distintos apellidos, dependiendo del amo. Y desde luego, también los nativos podían utilizar apellidos escritos en español, pero que reflejaban su origen indígena, como Calquín, Millategua, Jopia y varios otros.


Pero si hablamos de adopciones de apellidos, no solo estos grupos lo hicieron. En España los judíos que se convertían al cristianismo debían también cambiar sus nombres y apellidos, y tomaban nombres de santos, de pueblos o apellidos usados por los cristianos viejos. Lo importante para ellos era mimetizarse con el resto para no seguir siendo perseguidos. Entonces, como tomaron cualquier apellido, pasa el mismo efecto que con indígenas o esclavos, hay varios linajes con un mismo apellido, pero que no tienen parentesco alguno entre sí. De ahí que sea absurdo pretender achacarle a todos los que tienen un mismo apellido también un mismo linaje (origen), como algunos han interpretado esa famosa lista de “apellidos judíos”.


Los españoles “puros” por así llamarlos, también podían adoptar apellidos que no les correspondía por sangre, por ejemplo, el capitán Miguel de Munizaga tomó su apellido de su padrastro Pedro de Munizaga; lo mismo ocurrió con un linaje que usó el apellido Mujica por adopción, cuando por sangre era Roco. Martín de Uribe, antepasado de varios en Chiloé mintió en su testamento, ya que no era hijo de María Sáenz de Uribe, ella era su madrastra. Doña Catalina Niño de Estrada tomó el “Niño” de su pariente “Niño de Portugal”, quien la dotó. Y así hay varios casos que reflejan a una sociedad con más complejidades familiares y genealógicas. Por lo mismo, no hay que asumir nada.


Diferentes apellidos, una misma persona


Un efecto muy poco conocido es el que se producía cuando una misma persona era llamada en vida de varias formas. Hacia 1667 Bernardina Enríquez Yáñez otorgó testamento. Indicó haber sido casada con Marcos Seriche, a veces llamado Marcos Seriche de Roa, con quien tuvo a los siguientes hijos: Ana de Villacís y Roa, Nicolasa Gil Negrete, Bernardina Seriche y Andrés de Roa y Seriche. Pero, así los llamó la madre, porque Nicolasa es mencionada como Nicolasa Seriche en otros documentos, al igual que Andrés, que también fue simplemente Seriche en su casamiento. Otros casos como el de Teresa de Zúñiga llamada a veces, otras veces Teresa de Cartagena; entonces surge la duda si serían dos Teresas casadas con la misma persona, cuando en realidad era la misma mujer.


Hacia 1605 llegó a Chile un bilbaíno que fue llamado Juan Ortiz de Allende, Juan de Allende, Juan de Allende Salazar, Juan de Allende Villela, Juan Ortiz de Allende Villela o Juan de Allende Salazar y Villela. ¿Y entonces, cómo se llamaba? Con total seguridad, Juan. Las firmas corresponden a un hijo y un nieto: la de arriba: Diego Hortiz de Allende Villela, la de abajo Diego de Allende Vilela Salazar


Ahora bien, lo anterior es relevante porque si sabes de antemano que una misma persona podía ser llamada de diferentes formas, entonces se abren las opciones de antepasados, porque utilizaban -en la amplia mayoría de los casos- apellidos de ancestros; entonces la búsqueda de sus antepasados se concentrará en las familias o personas contemporáneas que utilizaron esos apellidos; por ejemplo en el caso de Juan de Allende, ocupó el Allende Salazar porque justamente pertenecía a esa familia en Vizcaya y el Villela empezó a incorporarlo cuando su primo Andrés de Villela alcanzó importantes cargos en Perú.


Solo una salvedad, los nombres utilizados deben estar sujetos al uso en su tiempo, porque es común que en documentos muy posteriores se le agreguen apellidos a las personas, generalmente por temas de carácter judicial. En ese caso, el o los nombres reales son los que ocupó él mismo o por los que fue individualizado por otros en su tiempo. Por último, si en esos siglos elegías tus apellidos pudiendo cambiarlos varias veces, obviamente preferías aquellos que te dieran más lustre.


Evolución


Los apellidos, al igual que las palabras de nuestro diccionario, van cambiando y se producen por varios factores:


1. Simplificación


Cuando los apellidos compuestos como Pérez de Valenzuela simplemente quedan en Valenzuela o Martínez de Aldunate en Aldunate, o Fernández de Valdivieso en Valdivieso o Núñez de Céspedes en Núñez o en Céspedes, es que se han ido simplificando. Hoy es poco común que se mantengan los apellidos compuestos. En la mayoría de los casos, el apellido se compone de una sola palabra. Aunque algunos pocos han querido mantenerlos unidos como los originalmente Pérez de Cotapos que en la actualidad ocupan el Pérez-Cotapos o simplemente Cotapos; otros como los García de Huidobro continuaron como García-Huidobro.


"pareció Pedro de Soto y en presencia y con licencia de Pedro de Sotomayor, su padre"

Un caso curioso es el de algunos Sotomayor que se acortaron a Soto. No todos, desde luego, pero varios usaron indistintamente ambos apellidos y finalmente fueron decantando en una de las dos formas.


2. Transformación


Los apellidos evolucionaron en su forma de escritura, los Allende, descendientes del Juan anteriormente mencionado, o sea, del mismo linaje, actualmente aparecen como Allendes, Alliende, Alliendes o incluso Aliendes (y con “z” también). Menart como Menares y Menare. Si te preguntara de dónde crees que proviene el apellido Cádiz, seguramente me dirías que del nombre de la ciudad española; sin embargo, he detectado que un linaje que hoy ocupa ese apellido, antes era Caris y Ocáriz. He hallado Ugaldes como Ogaldes, y también como Ugartes y Duartes; y siempre hablando de un mismo linaje.

Los apellidos están vivos, tal como las palabras.


3. Feminización


En el siglo XVI he hallado muy pocos casos como el de una María Morena, hija de Juan Moreno; o María Camera en vez de Camero. Es poco frecuente, pero también ocurrió. Y digo que se trata de una feminización pensando en que eran los hombres los que comenzaron a usar apellidos originalmente, pero bien pudo haber una morena que tomó esa característica por apellido.


4. Españolización


Cuando un extranjero llegaba a Chile, resultaba natural para párrocos o escribientes plasmar su nombre y apellido tal cual sonaba en español. Por ejemplo, Thomas de L’Hotelier, pasó a llamarse Tomás de Lotelier y luego simplemente Letelier; el irlandés John Evans quedó como Juan Ibáñez; y varios otros extranjeros de los cuales resulta difícil saber cuál era su apellido original como los franceses Francisco Valencia, Guillermo Espinoza y Juan Duque, o el alemán Bartolomé Flores. Esta tendencia está presente hasta el siglo XX. La complejidad en una investigación genealógica radica en que un mismo apellido es escrito básicamente como le dio la gana al oficial del registro civil. Encontrándose varias formas para un mismo apellido.


5. Variaciones ortográficas


¿Espinoza o Espinosa? Los más antiguos en Chile aparecen con “s” en la última sílaba, sin embargo, no existe una regla ortográfica propia de los apellidos, es decir, es válida la general en cuanto a usos de tildes. Pero, como son nombres propios, en definitiva es válida cualquier forma, como los nombres de pila: Macarena, Mackarena, Makarena… Lo mismo con los apellidos: González, Gonsález, Gonsales, Gonsález. Por creatividad creo que no nos hemos quedado.


Lo importante es que al investigar hay que tener flexibilidad en cuanto a la forma de escribir un apellido y lo explicito porque a veces hay personas que creen que no hallaron a un antepasado porque su apellido no estaba exactamente igual. Y por supuesto, retomando el comienzo del post, el origen de tu linaje solo se descubre haciendo la genealogía, suponer orígenes sólo por el apellido es un error.


Para concluir, hay que saber muy bien cómo se usaron y evolucionaron los apellidos, tener un poco de apertura mental y no quedarse con los paradigmas actuales. Cada vez que una persona es llamada con otros apellidos, en el fondo son oportunidades para explorar otras vías de investigación. Los apellidos tienen vida, tal como las palabras.


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